Sant Pere, Santa Caterina i la Ribera, tres caracteres en un solo barrio
Mercado de Santa Caterina, Barcelona

Sant Pere, Santa Caterina i la Ribera, tres caracteres en un solo barrio

Tal como indica su nombre, el barrio de Sant Pere, Santa Caterina i la Ribera reúne tres núcleos. “Son zonas muy diferenciadas y cada una tiene su gracia”, explica Enric Turón, socio de la entidad Gigantes del Casc Antic. “Sant Pere siempre ha sido muy familiar, el eje vertebrador de Santa Caterina es el mercado y la Ribera hoy día es muy comercial y turística.”

Esta suma de barrios históricos, que también recibe el nombre de Casc Antic, limita con el paseo de Lluís Companys, el parque de la Ciutadella, la Via Laietana y con núcleos tan importantes como la Barceloneta y el Eixample.

El barrio de los oficios

El encanto de esta parte de Barcelona radica en las calles estrechas y entrelazadas, que todavía conservan la estructura medieval. No es el único vestigio de la época: algunas vías hacen referencia a oficios artesanales de la Edad Media, como el de sombrerero, espejero o agujero. La zona se desarrolló a escala urbanística y demográfica hasta que, en el siglo XIX, se convirtió en un barrio proletario, repleto de fábricas y con unas condiciones de vida mejorables.

En los años sesenta, sin embargo, se impulsaron medidas para mejorar las viviendas viejas y las condiciones del vecindario. “Antes, el barrio era más familiar y próximo”, recuerda Turón, “pero las casas no tenían lavabos ni medidas sanitarias. Ahora, por suerte, muchas se han reformado”. Fernando Varela, miembro de la Colla de Diables, destaca la gran tarea social que se ha realizado en una zona donde la situación de colectivos como el de los inmigrantes andaluces era muy compleja: “Las familias numerosas sobrevivían en muy pocos metros cuadrados y muchas ni siquiera habían podido acercarse nunca al mar.”

La zona se desarrolló a escala urbanística y demográfica hasta que, en el siglo XIX, se convirtió en un barrio proletario, repleto de fábricas y con unas condiciones de vida mejorables.

Al rescate de la cultura popular

Como en el resto de barrios de Ciutat Vella, la colla de gigantes tiene mucho peso. Los Gigantes de Santa Maria del Mar, la basílica más importante de la zona, fechan de 1582 y todavía hoy son protagonistas en las fiestas del barrio. Incluso hay un acto dedicado exclusivamente a ellos: el Baile de Gigantes Históricos, que tiene lugar dentro de este santuario.

Asociaciones como las Colles Sardanistas Laietans, la Colla de Diables o el Esbart Espiga d’Or también fomentan una cultura popular catalana que antes no existía en la zona: “Hacia los noventa nos dimos cuenta de que no se impulsaban lo suficiente las fiestas tradicionales y por eso creamos colles como la de tabalers o la de diables”, explica Varela. Son tradiciones que se convierten también en un reclamo turístico que no siempre gusta al vecindario: “Muchos turistas vienen a los correfocs, pero son ajenos a la cultura del fuego y la magia que comporta”, añade Varela.

Sant Pere, Santa Caterina i la Ribera, tres caracteres en un solo barrio

En el barrio, el espacio estrella de la cultura popular es el parque del Pou de la Figuera, que ha sido ganado para el vecindario después de una larga reivindicación. Se hablaba de este lugar como el Forat de la Vergonya porque se quería construir un parking en este, pero finalmente se utiliza para organizar los encuentros del tejido asociativo, celebrar las fiestas populares o realizar actividades como el cine al aire libre o los espectáculos de circo. Espacios vitales para el barrio, como son el Hortet del Forat o el Centro Social de Barrio Pou de la Figuera, se encuentran en lo que ya es el centro neurálgico del tejido asociativo del Casc Antic.

Un núcleo vertebrado por el mercado

El Mercado de Santa Caterina es un equipamiento esencial para el vecindario. “Funciona muy bien y no es tan turístico como la Boqueria”, explica Marga Sunyol, miembro de la asociación de vecinos. No obstante, algunos echan de menos más comercios de proximidad en un barrio en el que siempre había habido. “La gentrificación ha hecho desaparecer muchos comercios de artes y oficios. Ahora solo queda un carpintero”, explica Albert Lázaro, vecino. Otros, sin embargo, lo ven de una manera más positiva: “Todavía tenemos bastantes comercios, y más en comparación con zonas como el Gòtic”, señala Sunyol.