La nueva plaza de Sant Miquel, una reivindicación vecinal de más 40 años

La nueva plaza de Sant Miquel, una reivindicación vecinal de más 40 años

Uno de los barrios más antiguos de Barcelona estrena nuevo espacio; la plaza de Sant Miquel, en el corazón del Gótico, luces renovada, sin coches, con árboles, luz y un flamante parque infantil.

Después de muchos años de encuentros, debates, discusiones y horas y horas de reuniones, el vecindario del barrio ha conseguido que la plaza – una explanada gris de parking llena de coches hasta no hace tanto – se haya transformado en un espacio acogedor para todos, un punto de encuentro para niñas y niños, abierto a personas de toda edad y condición.

Celia mira jugar a su niña Aitana, de cuatro años, y disfruta viéndola disfrutar.

«Vivimos aquí al lado, y desde ahora mismo ya lo consideramos nuestro parque. Antes casi no veníamos, porque era horrible. Estaba al corriente de la lucha por hacer de este espacio un lugar para los vecinos y, viéndolo, realmente vale la pena».

Alejandra y Ana, vienen de más lejos, del Raval. Han llegado hasta aquí con la hija de la Alejandra, Charlotte, de tres años, para dar un vistazo al nuevo parque infantil.

«Antes esta plaza era un espacio apagado, sin vida. Ahora todos estos colores y estos juegos son otra cosa, vendremos más a menudo».

«Perfecto, ¡perfecto!» llama Joel entrando directo hacia las pequeñas camas elásticas del parque infantil, que hacen furor entre los niños.

Joel, un pequeño barcelonés de menos de tres años, ya ha hecho suyo el nuevo espacio, y grita y juega con amigas y amigos, con pequeños como él, conocidos o no. «Hacía meses que cada día preguntaba cuándo podría jugar en el nuevo parque!» dice su padre sonriente y casi corriendo tras su hijo mientras explica que partir de ahora pasarán muchas tardes en la nueva plaza de Sant Miquel.

Un espacio libre de coches

Teresa mira el pequeño Joel y sonríe, sentada en uno de los nuevos bancos de la plaza. Se emociona y hace memoria de todo lo que ella, su familia y el vecindario ha vivido y ha visto pasar por este lugar de la ciudad.

Tiene setenta y un años y nació cuando esto «todavía eran callejuelas estrechas, en una casa que expropiaron para hacer el edificio Novíssim del Ayuntamiento de Barcelona», recuerda.

Ahora, con la nueva plaza recién estrenada, en sus primeras horas en las que por fin la voz llena criaturas ruidosas y juguetonas – un momento tantas veces soñado -, está contenta.

Teresa es consciente de que forma parte de un conglomerado de personas que estuvieron años perseverante para conseguir que este espacio se librara de los coches y se transformara en una plaza para la gente.

«Hoy es un día agridulce: muchos de los que lucharon por ello ya no viven para disfrutarlo, pero a la vez es, por fin una realidad, y eso me hace sentir bien».

La plaza está llena de nuevos rincones y nuevos detalles, el nuevo pavimento, las luces, las papeleras, los bancos, los árboles o el arenal.

Teresa recuerda cuando ella y sus hermanas jugaban por estas calles, a la rayuela, con piezas hechas por el carpintero del barrio, o cuando se escondían en los jardines del Palau Centelles, ubicado en la esquina.

Su padre era el trapero del barrio y ella ya le ayudaba a hacer reciclaje antes de que esta acción tuviera nombre:

«Entonces ya se aprovechaba todo: desde el papel o los tejidos, pasando por las botellas de cava o el pan duro. Recuerdo que hacíamos paquetes de pan y los vendíamos en las lecherías del barrio, donde había vacas, que sentíamos mugir desde casa, para alimentar las gallinas».

La reivindicación de la plaza como espacio para el vecindario sin coches empieza a tener impacto en 1979, cuando miembros de la Asociación de Vecinos del Gòtic organizan una fiesta de todo un fin de semana en el espacio de la vieja plaza -con música, teatro, gincanas y chocolatada – para explicar que necesitaban que aquel espacio sucio, lleno de manchas de grasa de camiones, se transformara en un espacio de encuentro.

La reivindicación continuó a lo largo de los años; escribieron cartas y pidieron que los escucharan. Por fin, en 1995 tuvieron el primer encuentro con el Ayuntamiento, y hasta ahora. Un larguísimo camino por un sueño colectivo y persistente, a prueba de desesperanza, que no decayó hasta hacerse realidad.

La nueva plaza de Sant Miquel gana por la ciudadanía 4.317 metros cuadrados de espacio público. Esta actuación, que favorece nuevas dinámicas de uso comunitario, está enmarcada en el Plan de Barrios del Raval Sur y el Gòtic Sur.

La nueva plaza de Sant Miquel, una reivindicación vecinal de más 40 años