La intemperie como política municipal en Badalona

Navidad bajo el puente: manual de gestión según García Albiol

Hay alcaldes que gobiernan con presupuestos, otros con discursos, y algunos —los más creativos— con mantas inexistentes y desalojos exprés. Xavier García Albiol, alcalde de Badalona por el Partido Popular, parece haber encontrado su sello personal justo a tiempo para las fiestas navideñas: expulsar a personas vulnerables de un edificio abandonado y recordarles que el frío también forma parte del paisaje urbano. Todo ello envuelto en una retórica tan poco sutil que ha sido calificada, con razón, de racista y xenófoba.

El desalojo del antiguo instituto B9 no fue solo una actuación administrativa. Fue, sobre todo, un gesto político cargado de simbolismo, de esos que dejan claro quién merece techo y quién, según el criterio del alcalde, puede arreglárselas bajo un puente. Porque, tras el desalojo, varias personas quedaron precisamente ahí: a la intemperie, con temperaturas invernales, en plenas fiestas navideñas, ese momento del año tan dado a los buenos deseos, siempre que no molesten demasiado.

Albiol no desaprovechó la ocasión para acompañar la medida con comentarios que destilan desprecio hacia los inmigrantes, como si la exclusión social fuera una anécdota y no una tragedia cotidiana. El mensaje fue claro: el problema no es que haya personas sin hogar, sino que esas personas existan en lugares visibles. La pobreza, mejor escondida; la miseria, lejos de las cámaras; la humanidad, si acaso, para otro mandato.

La escena habría resultado casi grotesca si no fuera profundamente cruel. Mientras las luces de Navidad adornaban las calles, varios seres humanos dormían bajo un puente, expuestos a la lluvia, al frío y a esa sensación tan conocida de ser ciudadanos de segunda o de ninguna. Y todo ello con un alcalde ejerciendo de sheriff urbano, más preocupado por reafirmar su discurso que por garantizar derechos básicos.

No es casualidad que el asunto haya tenido consecuencias legales. El Ministerio Fiscal ha pedido a un juzgado que requiera al Ayuntamiento de Badalona, con García Albiol al frente, para que aclare de forma urgente si ofreció una atención adecuada y una alternativa habitacional a las personas desalojadas. La pregunta es tan elemental que resulta demoledora: ¿se les ayudó o simplemente se les echó? Que tenga que intervenir la Fiscalía dice mucho del nivel de sensibilidad institucional mostrado.

Por si fuera poco, los Comuns han anunciado una denuncia contra el alcalde, lo que confirma que no estamos ante una simple discrepancia política, sino ante una actuación que podría vulnerar derechos fundamentales. Pero incluso ante este escenario, cabe imaginar a Albiol encogiéndose de hombros, convencido de que la dureza vende, que el miedo da votos y que la compasión no gana elecciones.

El problema no es solo el desalojo del B9. El problema es un modelo de ciudad que se construye a base de exclusión, donde se señala al más débil como amenaza y se confunde orden con castigo. Un modelo en el que el alcalde no actúa como garante del bienestar colectivo, sino como comentarista de tertulia con poder ejecutivo.

Resulta irónico que quienes tanto invocan la ley y el orden olviden con tanta facilidad que el derecho a una vivienda digna y a una atención social adecuada no son caprichos ideológicos, sino principios básicos de cualquier democracia decente. Pero claro, es más fácil hablar de invasiones imaginarias que de políticas sociales reales.

Así, Badalona se convierte en el escenario de una tragicomedia navideña donde el frío no es solo meteorológico, sino también institucional. Y donde el sarcasmo es casi una obligación, porque si no nos reímos —con amargura— de este tipo de políticas, corremos el riesgo de normalizarlas. Y eso, a diferencia de dormir bajo un puente, sí que debería quitarnos el sueño.